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lunes, 12 de agosto de 2013

F E Z ( I )


       Pronto nuestro autobús estaba atravesando las modernas avenidas de Fez, y se dirigía al centro de la ciudad moderna. La noche había entrado bien cuando llegamos al lugar donde íbamos a pernoctar. Fran paró próximo a la entrada, y tras bajarnos todos cogimos nuestro equipaje. Nos dirigimos entonces a la entrada del Hotel Sofía camino de la recepción del mismo. Tras instalarnos comprobamos que estaba bien acondicionado, era limpio y tenía una bonita decoración acorde con la cultura musulmana. Por fin, tras cenar, íbamos a descansar tras el largo viaje, cuya salida hicimos en Jaén, ese día, a las dos de la madrugada.

        Al día siguiente, tras el desayuno, nos montamos de nuevo en el autobús.
Palacio Real en Fez
Fran nos acercó a un punto de la ciudad moderna donde está el Palacio Real que el rey de Marruecos posee en Fez. Tiene como antesala un amplísimo y largo paseo arbolado que embellece la ciudad moderna. Yunes nos advirtió que podíamos hacer fotografías de todo, excepto del palacio Real, que estaba prohibido. Después nos presentó a un fasí (habitante de Fez) que nos iba a enseñar la ciudad. Sobre todo la impresionante Medina de Fez. Comenzó, antes de desplazarnos a ningún sitio, por explicarnos la filosofía, el espíritu que late en la ciudad, así como detalles precisos del comportamiento del ser humano, que transciende las fronteras. Yo quedé maravillado, y creo que mis compañeros también, por el gran caudal de conocimientos que en poco rato nos transmitió a todos. La verdad es un lujo que una persona con  esa gran erudición te enseñe su ciudad.
   Comenzamos viendo los palacios y edificios suntuosos que hay junto al paseo como Dar al-Makhzen. En las proximidades del Palacio Real yo comencé a fotografiar y admirar estos artísticos edificios monumentales. En un momento dado dirigí mi cámara fotográfica a la bella portada del Palacio Alauí, que estaba escoltada por varios guardias reales. En ese momento me indicó uno de ellos con la mano que me acercara. Entonces yo bajando la cámara le indiqué con un ademán que no había hecho ninguna foto, como así era. Me creyó y me hizo seguidamente un gesto de que podía irme. Me sentí aliviado, pues lo que menos quería era tener problemas en un  país como Marruecos donde aún no se ha alcanzado la plena Democracia.
   Fez junto con Tetuán y Rabat forman el triple sistema de poblaciones históricas llamadas “jaldrías”, urbanas y ciudadanas en el sentido más refinado del vocablo. Su herencia andaluza es común. Tienen las mismas tendencias en los usos familiares y sus lenguas locales prolongan la particularidad del árabe-andalusí.
  Los hermanos Jerome y Jean Tharaud escribieron: Fez, donde se conserva embalsamada en cedro toda la civilización Andalusí. En Fez la portada de la mezquita de los Andaluces es como otro trozo de la Alhambra.
    La Medina, que allí se conoce con el nombre de Fas al Bali, es el Fez inicial en el sitio y en la historia.  En la parte antigua de Fez, lo mismo que en la Granada del siglo XV, las viviendas se construían en función de sus patios-jardines. Y las calles son como pasillos que separan las viviendas y los cármenes.

    Las madrasas, nos dice Benumeya, conservan sus finísimas decoraciones murales, con el mismo estilo granadino, pero con notables variaciones. El más famoso de estos edificios religiosos monumentales es la Bu Ananía.Cuando nuestro guía nos llevó a él, recuerdo su majestuosidad, su gran patio, sus pórticos y lugares para la oración y el estudio. Sus grandes aleros en los tejados para proteger el encaje geométrico y de atauriques de sus fachadas y muros. Estar allí, para muchos de nosotros, era como estar recorriendo y sintiendo los palacios Nazaríes de la Alhambra.
 
    Al este de la ciudad y separado por el gran brazo principal del encajonado río Fez, se desarrolló el barrio de la artesanía. El primer sector, sobre todo el jerárquico y oficial, lo poblaron árabes sedentarios que llegaron desde la tunecina Quairuán. El segundo sector que fue la población industrial, lo llenaron ocho mil familias de andalusíes de Córdoba. En esta misma vieja orilla andaluza conservó Fez hasta hace poco tiempo todas sus tenerías, sus alfarerías, telares, molinos y demás técnicas llegadas desde el Guadalquivir. Entre tanto en el barrio de la izquierda la mezquita Qaruín se fue andaluzando poco a poco; sobre todo cuando en el siglo X estuvo la región de Fez gobernada por jefes de tribus zenetas, que reconocían como Jalifa del Occidente islámico al andalusí Abd al-Rahmán III. Entonces las mezquitas de las dos “aduas” u orillas fasíes fueron dotadas con pequeños alminares jalifales casi iguales.
  Cuando Andalucía sufrió la invasión almorávide, Yusuf ibn Tasufín expulsó de al-Ándalus a esta ciudad a gran número de cristianos andalusíes, los llamados mozárabes, de Levante y de La Mancha. Con los sultanes Mariníes Fez fue paralela y hermana de Granada. Los soberanos meriníes daban agradables mansiones a los artistas granadinos, les obsequiaban con ropas de lujo, los distraían en su trabajo con músicos y cantores, y llegaban a darle como salario el peso en oro equivalente al de las partículas de yeso, madera y azulejo que caían de sus gubias y cinceles.
   Todos los edificios antiguos de Marruecos, absolutamente todos, estaban construidos con un estilo andaluz, y la mayor parte de las veces hechos por obreros de origen andaluz. Aún después de tantos años, nos comenta Rodolfo Gil Benumeya, se encuentran los mejores carpinteros, albañiles o ceramistas en Fez, Rabat y Tetuán, tres ciudades llenas de andaluces.
 

   El grupo de personas que participábamos en el viaje que había organizado Almenara, tras visitar los principales monumentos del Fez nuevo, nos montamos de nuevo en el autobús. Fran nos iba a acercar a una de las puertas de la amurallada Medina de Fez, en la que tras sus muros en abigarrado laberinto discurren sus 9.400 calles. Nos internamos en ella y nuestro guía nos aconsejó que no perdiéramos ninguno de vista al grupo. Viniendo de la ciudad nueva, entrar en la Medina es viajar en el tiempo a un mundo pasado. En ella la vida bulle, las estrechas calles están abarrotadas de gente, los comercios y los productos que se exponen son dificilísimos de contar. Todos los géneros, desde el oro y la plata, pasando por las telas, la alimentación, la cerámica y un sinfín de mercaderías son imposibles de contar.
   Nuestro guía fasí, nos dijo que observáramos el entablonado formando reja que hay en el techo de las estrechas calles. Nos informó que en pleno veranos cuando en la ciudad nueva las altas temperaturas se hacen insufribles, en la Medina se puede disfrutar en el interior de sus calles de una temperatura que oscila en torno a los veinte grados.
   Una cosa que a mí me llamó mucho la atención fue el ver a numerosos artesanos trabajando en el interior de sus talleres o en pequeñas placitas que forman la intersección de algunas calles. Me admiró sobre todo ver a un gran maestro cincelando una gran pieza de metal. Lo hacía con su punzón y martillo siguiendo un dibujo que tenía grabado en su memoria. Su realización era perfecta.

    Antes de entrar en la Medina vi próximo a ella, un aparcamiento de pequeños carros de mano. No imaginaba entonces que los fasíes los utilizaban para entrar y sacar las mercancías, en sus estrechas calles. También lo hacían con burros, como pudimos pronto ver, que iba cargado de gas, andando por sus calles estrechas.
    Mil y un detalle nos explicó nuestro excelente guía, de los palacios mezquitas y madrasas que visitamos. La mañana avanzaba y no pudimos resistirnos a comer alguno de los variados y exquisitos dátiles que se exponían en numerosos comercios. Tras visitar los principales monumentos de la Medina de Fez, nos dirigimos a una casa en la cual entrando nuestro guía, nos dijo que le siguiéramos. Fue ascendiendo en el interior de la casa por sucesivas escaleras, y nosotros detrás de él, hasta desembocar en dos amplias azoteas, desde las cuales se podía ver un amplísimo espacio que se dedicaba al uso artesanal. Eran las prestigiosas tenerías de Fez, que muchos de nosotros años atrás, en documentales sobre el curtido del cuero,  Habíamos visto. Ante nosotros se estaba desarrollando el proceso de cómo se curten las pieles. Ver este proceso “in situ” tiene un gozo inexplicable. Después de contemplar las distintas fases del proceso de curtido de pieles bajamos a la zona comercial que tienen estas tenerías fasíes. Allí vimos auténticas maravillas de prendas hechas con la piel que allí mismo se curtía. Yo quedé asombrado por la alta calidad que tienen.
   Josefina y nuestras compañeras Inma y María José no pudieron resistirse y comenzaron a probarse unas lindas chaquetas realizadas con fina piel, tintada con unos colores preciosos. Cada una de ellas pidió mi opinión sobre el aspecto que tenían con la prenda elegida. En honor a la verdad diré que cada una de ellas eligió una prenda que les sentaba estupendamente bien. Visitamos prestigiosos comercios, en uno de los cuales se exhibían vestidos islámicos muy lindos. De nuevo María José, Inma y Josefina, con el fin de tener unos vestidos elegantes para una futura fiesta andalusí, que pensamos hacer, se compró cada una de ellas uno, a cada cual más elegante. Después en otras  tiendas del zoco vimos preciosas lámparas de todo tipo.  Entramos  también en el interior de un palacio ricamente decorado con lacerías, atauriques y azulejos. Allí mientras nos invitaban a un rico té nos mostraron muchas alfombras, algunas de ellas preciosas. Nuestro amigo y compañero Juan Martos compró en ese momento una gran alfombra, muy bonita, con el encargo de que se la enviaran a Jaén.

  Cada cual admiró y compró lo que le gustó y más de uno no pudimos resistirnos a probar algunos sabrosos dátiles y exquisitos dulces que en las numerosas calles de la Medina se muestran. En fin, pasamos una mañana intensa admirando los monumentos de la ciudad nueva y de Fas al Bali, teniendo unas vivencias en la Medina Fasí, imposibles de reproducir en Occidente. Rematamos la jornada de la mañana almorzando en un bellísimo palacio musulmán, habilitado para restaurante, donde cada rincón al que mirábamos era un deleite para los ojos y para el espíritu.

Almorzamos una excelente comida local y tuvimos un descanso breve allí, porque después  iríamos a visitar una prestigiosa alfarería-cerámica, tras la cual nos darían el resto de la tarde noche libre. Nuestra intención era, tras la visita a ésta, volver de nuevo a la ciudad antigua de Fez. Nos habían quedado muchas cosas que ver, y sobre todo el disfrutar, sin la disciplina de un guía, vivir intensamente en su bullicio multicolor la sensación de trasladarnos a la Edad Media, en sus calles.
   
 Fin de la cuarta parte.
 Continuará.  

TEXTO: Manuel Ochando.
FOTOGRAFIAS: Juan Martos, Rosario Sabariego, Mª José Madrid, JARE.

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