El callejeo por
la Medina de Marraquex nos había acuciado la sed, por lo que decidimos pedir en
un puesto de la gran plaza un zumo de naranja natural. Las exprimieron ante
nosotros, y mientras estábamos tomando el zumo, para sorpresa nuestra el dueño
del puesto nos estaba preparando un té verde. Tras tomar el zumo aceptamos el
ofrecimiento gratuito que este hombre nos hacía y con pausa lo tomamos. La
verdad, era exquisito. Comenzamos a andar curioseando por la variopinta plaza,
mientras la oscuridad de la noche avanzaba. Las luces y lucecitas de los corros
de gente se extendían por Yemaa el Fená. Unos niños chicos de Marraquex
mediante el estirazamiento de una goma, lanzaban al aire una especie de vulanico,
que tras remontar el espacio descendía girando unas pequeñas lucecitas. Lo
hacían una y otra vez para llamar la atención de turistas y viandantes de la
plaza. Después se lo ofrecían a la gente. Nosotros le compramos varios a un
zagal que apenas tendría siete u ocho años y que ya, a tan temprana edad, se
estaba buscando la vida tratando de ingresar algún dinerillo para su familia.