Cuando se declara la segunda guerra púnica entre romanos y cartagineses, las dos grandes potencias militares del mediterráneo occidental, a raíz del ataque cartaginés en el 218 a. de C. a la ciudad de Sagunto, aliada de Roma, los reyes y jefes militares de las ciudades peninsulares toman partido por uno u otro bando
La fuentes históricas romanas nos hablan de la existencia de un rey
turdetano, llamado Culchas que reinaba sobe 28 ciudades en el años 208 a. de C.
cuando se alía con los romanos al mando de Escipión el africano, en contra de
los cartagineses. Culchas aporta a los ejércitos romanos que se enfrenta a los
cartagineses en la batalla de Baecula (en la provincia de Jaén) tres mil
soldados de infantería y quinientos de caballería.
El ejército romano contó con la alianza de una parte de las ciudades
tartésicas, como las gobernadas por el rey Culchas, mientras otras preferían la
alianza con los cartagineses como era el caso de las ciudades de Cástulo o
Iliturgi. Pero los romanos, que desembarcaron en la península en el 218 a. de
C. con la intención de parar a los cartagineses, pronto desvelaron sus
intenciones de conquistar todo el territorio peninsular y quedarse para
explotar las grandes riquezas peninsulares.
Seguramente que la decisión del rey Culchas y otros reyes de la antigua
confederación tartésica, como el rey Attenes, de aliarse con los romanos,
estaría motivada por la intención de éstos de deshacerse del dominio cartaginés
que ya sufrían directamente desde que Amilcar Barca desembarcara en Cádiz en el
237 a. de C. y decidiera controlar directamente las riquezas mineras de la
antigua Tartesos.
Los turdetanos, al igual que sus antecesores tartesios, no solían ser
gente guerrera. De hecho, aunque en las tumbas de las clases dirigentes
aparecen armas, suelen estar inutilizadas, y su presencia parece denotar más un
símbolo de preeminencia en la comunidad que un carácter bélico. Pero inmersos
como estaban en medio de un conflicto bélico entre potencias que habían
escogido el solar andaluz como escenario, no tuvieron mas remedio que amurallar
sus ciudades y contratar mercenarios celtíberos
para enfrentarse a cartagineses o romanos.
La Turdetania era una zona muy poblada y urbanizada en comparación con el
resto de la península ibérica. Los turdetanos se extendían por el valle del
Guadalquivir y por las provincias de Huelva y Cádiz, principalmente,
extendiendo su influencia hasta el Guadiana, por el norte, y al este por la
cuenca baja del Genil. Las ciudades turdetanas solían tener alianzas entre ellas
en una especie de confederación. También solían tener buenas relaciones con los
otros pueblos del antiguo reino tartésico como los oretanos y los batestanos,
que limitaban con ellos.
El historiador griego Polibio, que
vivió en el siglo II a. de C., cuenta que en la Turdetania había más de 200
ciudades. Esta gran densidad urbana y demográfica, que no se daba en el resto
de la península, solo se puede explicar por la existencia de una elevada
riqueza y un gran desarrollo económico. Otro historiador y geógrafo griego,
Estrabón, que vivió a finales del siglo I a. de C., describe en su Geografía
las grandes riquezas de todo tipo con que contaban los turdetanos –herederos
directos de los tartesios- y el alto nivel cultural que tenían. Las fértiles
vegas del Guadalquivir daban cereales, aceite y vid en abundancia. La
importancia de estos cultivos y la de la pesca viene reflejada en las monedas
que acuñan las ciudades turdetanas.
En un principio, los romanos dividieron la península en dos provincias: la
Ulterior y la Citerior, correspondiendo la Ulterior, con límite en Cartagena,
con el antiguo dominio cartaginés del sur peninsular. En el 27 a. de C. Augusto
hace una nueva distribución quedando dividida la península en las provincias
Tarraconense, Lusitania y la Bética que era la única que dependía directamente
del senado romano y no del Emperador. En esta nueva división la Bética, que
tuvo su capital primero en Hispalis y luego en Córduba, pierde territorio a favor de la Tarraconense
por reservarse el Emperador las ricas zonas mineras del este, especialmente la
zona de Cástulo y del noroeste granadino.
Pero los antiguos tartesios no tenían muchos motivos para estar contentos
con los nuevos amos. La crueldad de Roma con los tartesios a la hora de exigir
las contribuciones es relatada por los mismos autores romanos. Ésta, y las
claras intenciones de los romanos de quedarse como nuevos dominadores de sus
grandes riquezas llevaron a la rebelión de muchas ciudades.
El propio rey turdetano Culchas, anterior aliado de los romanos contra
los cartagineses, capitaneó en el 197 a. de C. una rebelión generalizada a la
que se unieron otros reyes tartesios como Luxinio, rey de los bastetanos. Según
las crónicas, los antiguos tartesios reclutaron a diez mil guerreros
celtíberos. Este último intento de recobrar la libertad perdida acabó unos años
después con el aplastamiento de la rebelión por las legiones romanas y la
ejecución de sus líderes, entre ellos el rey Culchas. A partir de entonces
podemos decir que Andalucía pasa a ser romana.
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