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jueves, 6 de noviembre de 2014

Ibn Firnás



Abu l-Qasim Abbas ibn Firnás nació en la Cora (comarca) de Ronda sobre el año 810. Recibió una educación muy completa que podríamos calificar de humanista pues abarcaba multitud de campos, tanto de las letras como de las ciencias. Fue un brillante filósofo y poeta, pero también fue un gran científico con conocimientos de química, física y astronomía, principalmente. También tenía conocimientos de música y solía cantar tocando el laúd. Por su amplio abanico de conocimientos sus biógrafos lo denominaron como “sabio del al-Ándalus”.


            Sus dotes poéticas y sus conocimientos de astronomía y astrología le sirvieron para formar parte del grupo de elegidos por el emir Abderramán II que le gustaba rodearse en la corte de poetas, astrólogos y músicos.
            Sus conocimientos científicos, su inquietud indagadora de nuevos artilugios y su carácter ingenioso y propenso a llamar la atención con conductas “enigmáticas” (le gustaba hacer trucos de prestidigitación y de alquimia) le llevaron a inventar cosas que no han pasado desapercibidas a sus contemporáneos y que han servido a la sociedad andalusí a ganar prestigio cultural y científico ante los ojos del mundo.
            Con sus conocimientos de astronomía y astrología llegó a representar en una estancia de su casa un planetario imitando el firmamento. Ese planetario lo adornó con estrellas y nubes y le añadió ruidos y destellos imitando a los truenos y relámpagos.
            Creó una esfera armilar (o astrolabio esférico) para representar el movimiento de los astros, siendo el primero en occidente en utilizar las tablas astronómicas de Sinhind, originarias de la India. Esta aportación de Firnás fue muy importante para el cocimiento de las latitudes y el desarrollo de la navegación de altura.
Construyó con una técnica original un reloj hidráulico (conocido como al-miqata). También fue el primero en occidente en desarrollar la técnica de la talla del cristal de roca que ya conocían los egipcios.
Pero una de sus grandes obsesiones era la de volar. Se puede considerar a nuestro personaje como el primer hombre en la historia que realizó intentos científicos de volar.
 En 852 decidió lanzarse desde una torre de Córdoba con una enorme lona para amortiguar la caída. Se podría considerar ese intento como la invención del paracaídas.
En el 875, ya con 65 años, se hizo confeccionar una especie de alas con un armazón de madera articulado recubierto de una gran túnica de seda y adornado con plumas a imitación de las alas de las aves. Estas alas artificiales podía moverlas con sus brazos imitando el vuelo de los pájaros. Convocó a los cordobeses (tenía un carácter exhibicionista) y se lanzó al aire desde la Ruzzafa de Córdoba. Consiguió planear unos segundos pero el aterrizaje fue bastante accidentado, pues como él mismo se dio cuenta después, la faltaba la cola que los pájaros utilizan para guiarse y aterrizar.
Su acérrimo enemigo poético, Mu’min ibn Sa’id, le dedicó una sátira que contenía estos versos: ¡Quiso aventajar al grifo en su vuelo, y sólo llevaba en su cuerpo las plumas de un buitre viejo!
            En los últimos años se han ido reconociendo sus iniciativas científicas de diversas maneras. En Irak tiene una estatua en su honor en la carretera del aeropuerto internacional de Bagdad y le han dado el nombre de Ibn Firnás a otro aeropuerto de la ciudad.
            Un cráter de la cara oculta de la luna lleva su nombre. Córdoba, la ciudad que le vio volar inauguró en 2011 un puente sobre el Guadalquivir con su nombre. También en Ronda, su tierra natal, se ha inaugurado un centro astronómico que lleva su nombre.

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