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viernes, 20 de febrero de 2015

Ibn Suhayd de Córdoba

            Abū 'Āmir ibn Šuhayd nació en el 992 en Córdoba. Fue un poeta andalusí perteneciente a una familia de altos funcionarios vinculados a la dinastía Omeya. Su abuelo había sido un alto cargo en la corte de Abderramán III y su padre había formado parte del gobierno de Almanzor. Por eso seguramente creció en el palacio de Medina Al-Zahira, (la "ciudad resplandeciente"), la ciudad palatina construida por Almanzor.
Ibn Šuhayd pertenecía a la generación de poetas cordobeses que floreció en el siglo XI, el siglo de oro de la poesía andalusí, conocidos como los «nostálgicos» del califato. Son los hijos de los grandes funcionarios del califato Omeya, nacidos o criados en las ciudades palatinas de Madīnat al-Zahrā o Madīnat al-Zāhira y que después de la caída del Califato vieron como se derrumbaba todo su mundo de privilegios. Añorarían el califato y denostarían a los reyes taifas, aunque al final vivirían de ellos.

            En este grupo estarían poetas como Ibn Šuhayd (992-1035), Ibn Hazm (994-1063), Ibn Zaydūn (1003-1070), y otros menos conocidos.  Ibn Šuhayd e Ibn Hazm mantuvieron una estrecha amistad, hasta el punto de que cuando ya presentía su muerte cerca a causa de su enfermedad,  Ibn Šuhayd le pedía en unos versos que “no te olvides de hacer un elogio fúnebre cuando me hayas perdido”.
            Murió en el 1035 con 43 años. Una hemiplejía le impedía moverse, por lo que solo se podía desplazar en camilla. Pero sus amigos no le abandonaron y acudían a su casa para acompañarle y montar tertulias sobre variados temas. Sufría en silencio el dolor crónico que le amargaba pero en público procuraba mostrar indiferencia al dolor.
            Ibn Šuhayd fue enterrado en un pabellón dentro de un parque público de Córdoba junto a otro poeta amigo suyo y que había sido propietario del parque. Éste, conocido como al-Zayyali, había donado la finca, por disposición testamentaria, a la ciudad para que se convirtiera en parque público; un hecho nada corriente.
            Además de cultivar la epístola, es autor de poesía áulica al servicio de los distintos califas y gobernantes de Córdoba que siguieron a la crisis del Califato, y cultivó también otros géneros como la elegía, (entre la que debemos destacar la elegía que le dedicó a la ruina de la capital del Califato), la sátira, el poema báquico o el descriptivo. Sus dotes para la poesía eran extraordinarios. Era capaz de transformar en poesía el tema más trivial. Su interés por lo burlesco y su facilidad para darle un tono cómico y satírico a cualquier tema era sorprendente. Una muestra de ello es su librito titulado Kitāb al nāranchiyyāt, que es un recetario de experimentos químicos empleados por ilusionistas, adivinos profesionales y otros embaucadores que se aprovechan de la ingenuidad y credulidad de la gente. En él explica diferentes trucos que utilizan esos pícaros para embaucar a la gente. Este libro es la primera obra de picaresca que se conoce de un autor andalusí.
Como le pasaba a muchos poetas de la época, que usaban la sátira y la ironía, tuvo problemas con una parte de la sociedad de su época. Se organizó una campaña de denigración en su contra ante las autoridades Hammudíes -de origen beréber que se habían hecho siies-, y fue encarcelado. Pero en realidad, podemos decir, que él había sido víctima de su propio personaje cínico y libertino que había creado de sí mismo a través de su poesía. A uno de sus parientes próximos, instigador de su encarcelamiento le decía Ibn Šuhayd: “Lo que más me ha perjudicado es el tono jocoso de mis versos, o más bien esa sutileza que hace creer que yo sustento pensamientos insensatos cuando mi conciencia es bien recta.”  Y en otros versos reivindica su libertad de expresión: “Expreso lo que siento, buscando unas veces la belleza de las ideas y otras añadiendo yo a la propia belleza.”

            La obra de Ibn Šuhayd se conserva en varias antologías y en su libro de teoría y crítica literaria Risālat al-tawābi' wa-l-zawābi (Epístola de los genios), que a su vez es una antología de los poetas árabes anteriores a él y de sus propios poemas. Esta es una de las obras cumbres de la literatura andalusí, tanto por su contenido como por su originalidad en la forma de presentarla. En ella el poeta hace un viaje imaginario al paraíso donde habitan los genios que inspiran a los grandes escritores. En esta epístola, Ibn Šuhayd, que demuestra una gran erudición y grandes conocimientos de la filología árabe, se propone no tanto la descripción del paraíso como la crítica, desde un punto de vista estrictamente literario, y en tono humorístico, de los poetas árabes clásicos.

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